HENCHIRO PARTE 1


La Puerta de Henchiro

- Cruzaste bajo el brillo de la primera estrella, eras un punto corriendo bajo el cielo, subiendo y bajando las hondonadas del llano, pisando matojos quebradizos, ajena a la mirada de la culebra, o del ciempiés somnoliento; no conozco el significado de tus balbuceos pero tus ojos húmedos los explicaban.-Corre, que llega la noche, corre que el terror tiene olfato.- allí estabas, desorientada, temerosa, con tus tenis pisando lodo negro, con las puntas de tus dedos temblando al final de tus delicadas manos; el final de tu ser; el punto en el que el recuerdo de tu cuerpo es sangre y expresión consciente. Te cansaste, te diste por vencida, noté como la oscuridad se concentraba alrededor tuyo chisporroteando y gruñendo y rasgando y chirriando como tiza sobre la pizarra, mi corazón dio un vuelco, si no te movías pronto, no tardarían en aparecer las caras, las manos encarnarían en ti jalándote hacia dentro, lo he visto muchas veces, una vez en su poder estás perdida, eres propiedad de las pesadillas. Tenía que alcanzarte Henchiro, tenía que salvarte. Asomé cautelosamente desde la boca de mi caverna y oteé las cercanías, bajé corriendo la montaña, tan rápido como me permitieron mis piernas, al llegar abajo corrí más y con más fuerza. Un ave con cabeza de mujer, graznaba rondando sobre tu testa, sus alas de negra membrana amenazaban con cerrar tus ojos, tu rostro se había tornado en una máscara petrificada, tus ojos eran joyas transparentes y tu boca una línea de adoquín deslavado. Llegué a ti, el remolino oscuro te envolvía, de una hebra de vapor se gestaban los miembros de algún monstruo, armándome de valor pasé a través de aquella masa y te tomé en mis brazos. Te traje aquí, a mi refugio, donde estarás segura.-Henchiro permaneció en silencio, la consternación y el miedo seguían patentes en ella, no recordaba nada de lo que él le acababa de narrar, pero lo consideró muy factible tomando en cuenta que hablaba con un hombre cuyo rostro parecía estar hecho de madreperla.
-No me mires así…Se que luzco raro, pero soy yo, soy Gosho.-Henchiro sintió que toda la sangre se le iba a la cabeza, unas súbitas ganas de reír o de llorar o de algo poderoso y estentóreo le asaltaron.
-Gosho, no...No puede ser, pero…-Sus ojos se detuvieron sobre un punto determinado, las comisuras de sus labios vibraron con nerviosismo expectante, extendió sus manos hacia él .-Yo, yo hice esto, yo, yo lo puse alrededor de tu cuello helado-acariciando el collar de conchas que llevaba- no es posible, tú partiste.-No hubo contestación, esperaba algo, quería una respuesta, apretó los puños frustrada porque ni siquiera era capaz de percibir alguna reacción emocional.-¡Habla!-Gritó de forma desgarrada, aferrando sus hombros.
-Sí, partí, pero decidí esperarte. –Afuera había estallado una tormenta, el aullido del viento se mezclaba con otros clamores de orígenes innombrables, los rayos proyectaban sombras intermitentes sobre las paredes de la caverna, el efecto aterrador de la escena se mezcló en la mente de Henchiro con las ominosas implicaciones que percibió en las palabras de Gosho.-Cuando duermes, tu mente se convierte en un páramo solitario, este lugar es eso; siempre asediado por el terror, pero también, siempre, una senda hacia las estrellas. Si te das por vencido las pesadillas te capturan, ahora, para le eternidad, si sigues adelante encuentras la luz.-Los ojos de Henchiro eran una línea fluctuante sobre su rostro.
-¿Entonces he muerto?
-Cuándo llegué aquí, estuve a punto de caer en las tinieblas varias veces, pero logré seguir y alcancé la cumbre del monte final, allí hay 1000 puertas, una me correspondía, me asomé y vislumbré todas las cosas que eran bellas solo para mí, pero faltaba algo, no estabas tú. Aunque el hombre que cuidaba la entrada era enorme e imponente me atreví a preguntarle por ti, me dijo que si cruzaba no te volvería a ver, que olvidaría todo, ni siquiera me importaría, no tendría nombre, ni rostro, ni persona. Mientras permanecía expectante la luz que escapaba desde el otro lado había comenzado a penetrar mi piel, me llamaba, me transformaba, pero no podía seguir, quería verte, escucharte, sentir tus besos una vez más, sin decir ya nada, di la espalda y me largué. Que ironía, poco después me daría cuenta de que ya no me quedaban labios para besar, ni siquiera nervios para sentir, mi cuerpo ha cambiado por completo. Ahora creo que me he vuelto parte del Páramo, lo conozco de punta a punta, he visto todo, las tormentas de sangre y las lluvias de mariposas, las procesiones interminables hacia el monte.-Se asomó hacia la oscuridad señalando una líneas luminosa que parecía bailar entre los lejanos montes.-También he visto a muchos sucumbir y ser llevados a….-La mano con la que apuntaba trazó una línea en el aire deteniéndose en algún punto invisible del oeste.-No sé exactamente que hay allá, pero, no es nada bueno, si pones atención e intentas captar los ruidos debajo del silencio notarás el clamor que surge de aquella dirección.-Henchiro puso atención, se concentró lo más que pudo, la tormenta rugía poderosamente pero a pesar de ello notó un hilo ululante de sonido, como un tejido hecho de leves aullidos y quejidos, tragó saliva.
-No me haz respondido.-Se atrevió a increpar a pesar de la confusión y el miedo que le dominaban.
-No tengo respuesta…Creo que la muerte no existe, solo duermes.

En algún lugar en el inmenso océano, en una isla desconocida, la espuma explotando contra las murallas arrecifales parecía teñirse de sangre bajo la luz del ocaso, las palmas se doblaban fúnebremente bajo el viento estival lanzando la última sombra sobre los que lloraban, 5 pequeños cuerpos yacían en hilera sobre la arena, esta escena se había vuelto común a lo largo de los años muy a pesar de los llantos y los rezos de los sabios. Henchiro y Gosho, observaban la escena agazapados detrás de un cayuco destartalado, los ojos de ambos estaban vidriosos, las mejillas de Henchiro tenían surcos de humedad, los 5 que allí reposaban fueron sus amigos; al igual que otros antes que ellos, nunca regresaron de la noche. Henchiro soltó un pequeño sollozo.
-Psttt-le silenció Gosho-mira.- Los aldeanos formaron un semicírculo alrededor de los cuerpos y empezaron a entonar un cántico, un hombre viejo y encorvado se abrió paso colocándose al frente, llevaba un amplio sombrero de palma teñido de negro, sus ojos estaban completamente ocultos, solo era posible vislumbrar sus gruesos labios y las largas y marcadas arrugas que bajaban en paralelo hasta su mentón.
-Silencio.-Todos se callaron al instante.-Hace 100 años, un anciano cuyo nombre ha sido borrado trajo la desgracia sobre nuestro pueblo, era un hombre sabio, que conocía los nombres de todos los peces de las aves; de las rocas y de las hierbas y fue con estas que descubrió la senda de la muerte, la tomó, pero volvió, dijo a la gente que morir era dormir, que más halla solo había sueños “No hay por que temer a la noche, pues la noche ha de ser nuestra” se atrevió a decir.-El viejo gesticulaba violentamente con sus nudosas manos.- En su pecho una semilla de deseo comenzó a echar brotes de ambición, pensaba que podría apoderarse de aquel otro lugar, ser el rey en un mundo perfecto, eterno. Cada vez era más temerario, más audaz, se iba más lejos y por más tiempo, teniendo incluso la osadía de traer algo con él, se atrevió a…robar un grano de arena, dijo que sobre él establecería un imperio donde todos seríamos felices y eternos, ya no habría limites, el océano sería solo una onda de luz que surcaríamos con deseos, esa fue nuestra perdición. El sabio en su negligencia y testarudez olvidó que allá el éxtasis cohabita con el miedo, al arrancar aquella permitió que algo más entrara por un diminuto espacio que dejó abierto. Una madrugada a los pocos días, un grito desgarrador despertó a la aldea, una madre lloraba sobre la arena aferrando a su pequeña creatura, luego otro alarido surgió de una choza y otro y otro, pronto el silencio de la alborada fue reemplazado por un sollozo colectivo, doloroso y prolongado. El “sabio” presa del pánico intentó huir porque sabía que lo culparían, pero en esta isla no es fácil ocultarse, pronto los aldeanos lo descubrieron en el interior de una cueva chillando como rata, allí mismo lo destazaron como sacrificio para congraciarse con las fuerzas del otro mundo.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Quiero seguir leyendo :D jaja
Está bien bonito jorge!! :)