HENCHIRO PARTE 2


-Allí mismo-continúo el anciano-sin dudarlo lo abrieron con sus pedernales, cuentan que sus ojos aun tenían vida cuándo le arrancaron las vísceras ofreciéndolas en sacrificio. Desde entonces, cada que la estrella azul cruza los tentáculos del gran calamar, algo viene y se roba a nuestros hijos, dicen que es un tótem oscuro, que los captura en el Páramo del Sueño para luego llevarlos a la Pesadilla, alimentándose, haciéndose cada vez más fuerte. Generación tras generación, al suceder esta desgracia, se narra la historia, para que nunca se olvide el error de aquel desgraciado, ni la maldición que arrojó sobre nosotros, con la esperanza de que pronto termine.-Gosho y Henchiro estaban conmocionados, uno no podía tener acceso a esa historia hasta haber alcanzado la mayoría de edad, los ojos de Henchiro parecían cristalizados. Sin necesidad de usar las palabras, se comunicaron con la mirada y se escabulleron de vuelta a sus hogares.

Por la noche Gosho fue al encuentro de Henchiro, estaba sentada en la arena a orillas de la playa, el agua espumosa bañaba sus pies haciendo tintinear los caracoles de su tobillera, en el cielo la estrella azul irradiaba púrpura y sangre através de los tentáculos nebulosos del Gran Pulpo, la luna flotaba gris y vaga entre la profusión de luces sensuales, Gosho contempló un momento el espectáculo antes de sentarse a su lado.
-Es maravilloso-dijo ella sin siquiera haberle visto-y tan terrible. ¿Cómo puede algo tan bonito ser el anuncio de cosas tan malas? No, no te preocupes, sé que no puedes responder, nadie puede.
-Humm-gruñó, sentándose a su lado, delicadamente ella volteó su rostro mirándole fijamente, sus ojos oscuros y profundos centelleaban bajo los fuegos celestes, Gosho acarició su rostro con las puntas de los dedos, siguió su forma suave y ovalada, lentamente acercó sus labios, por un momento no hubo nada mas que el ruido de los grillos mezclándose con el susurro de las olas, el frescor del que agua que les salpicaba, el viento les alborotaba el cabello, no hubo pensamientos, solo la noche, solo un instante de tibio contacto Al separarse de ella notó que sus ojos estaban húmedos.
-¿Qué pasa?
- Es que tengo miedo.
-No lo tengas, no te va a pasar nada, yo estaré contigo siempre, nunca dejaré que nada malo te pase.
-Pero…
-No, escúchame, nunca.-Henchiro guardó silencio un instante.-Hice esto para ti-tomó uno de los collares que traía al cuello y se lo puso.
-Te lo agradezco, es muy bonito.-Haciendo tintinear los caracoles y conchas que adornaban la pieza.-Se abrazaron y siguieron contemplando el cielo, esa noche era la última de aquel fenómeno, pasarían algunos años antes de que se volviera a repetir. Ambos, sin necesidad de decirlo estaban tristes y asustados, el calor de sus cuerpos les tranquilizaba un poco, pero no lo suficiente. No querían dormir, tenían que permanecer alerta, pero las horas se volvieron pesadas y el sonido de la noche los fue arrullando hasta que sus parpados de cerraron.
Amanecieron tendidos en la arena, Henchiro se desperezó al sentir el calor del sol sobre su piel, Gosho no sintió nada. Ella intentó despertarlo, lo movió, lo golpeó, le dio besos, pero nada sirvió, se había ido.-¿Por qué? Dijiste que no nos separaríamos…¿A dónde te haz ido?-Sintió que se iba a soltar llorando, deseó hacerlo, pero no lo hizo, permaneció allí abrazando el cuerpo exánime hasta que los adultos los encontraron.
Años después el Tótem regresó por ella.


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HENCHIRO PARTE 1


La Puerta de Henchiro

- Cruzaste bajo el brillo de la primera estrella, eras un punto corriendo bajo el cielo, subiendo y bajando las hondonadas del llano, pisando matojos quebradizos, ajena a la mirada de la culebra, o del ciempiés somnoliento; no conozco el significado de tus balbuceos pero tus ojos húmedos los explicaban.-Corre, que llega la noche, corre que el terror tiene olfato.- allí estabas, desorientada, temerosa, con tus tenis pisando lodo negro, con las puntas de tus dedos temblando al final de tus delicadas manos; el final de tu ser; el punto en el que el recuerdo de tu cuerpo es sangre y expresión consciente. Te cansaste, te diste por vencida, noté como la oscuridad se concentraba alrededor tuyo chisporroteando y gruñendo y rasgando y chirriando como tiza sobre la pizarra, mi corazón dio un vuelco, si no te movías pronto, no tardarían en aparecer las caras, las manos encarnarían en ti jalándote hacia dentro, lo he visto muchas veces, una vez en su poder estás perdida, eres propiedad de las pesadillas. Tenía que alcanzarte Henchiro, tenía que salvarte. Asomé cautelosamente desde la boca de mi caverna y oteé las cercanías, bajé corriendo la montaña, tan rápido como me permitieron mis piernas, al llegar abajo corrí más y con más fuerza. Un ave con cabeza de mujer, graznaba rondando sobre tu testa, sus alas de negra membrana amenazaban con cerrar tus ojos, tu rostro se había tornado en una máscara petrificada, tus ojos eran joyas transparentes y tu boca una línea de adoquín deslavado. Llegué a ti, el remolino oscuro te envolvía, de una hebra de vapor se gestaban los miembros de algún monstruo, armándome de valor pasé a través de aquella masa y te tomé en mis brazos. Te traje aquí, a mi refugio, donde estarás segura.-Henchiro permaneció en silencio, la consternación y el miedo seguían patentes en ella, no recordaba nada de lo que él le acababa de narrar, pero lo consideró muy factible tomando en cuenta que hablaba con un hombre cuyo rostro parecía estar hecho de madreperla.
-No me mires así…Se que luzco raro, pero soy yo, soy Gosho.-Henchiro sintió que toda la sangre se le iba a la cabeza, unas súbitas ganas de reír o de llorar o de algo poderoso y estentóreo le asaltaron.
-Gosho, no...No puede ser, pero…-Sus ojos se detuvieron sobre un punto determinado, las comisuras de sus labios vibraron con nerviosismo expectante, extendió sus manos hacia él .-Yo, yo hice esto, yo, yo lo puse alrededor de tu cuello helado-acariciando el collar de conchas que llevaba- no es posible, tú partiste.-No hubo contestación, esperaba algo, quería una respuesta, apretó los puños frustrada porque ni siquiera era capaz de percibir alguna reacción emocional.-¡Habla!-Gritó de forma desgarrada, aferrando sus hombros.
-Sí, partí, pero decidí esperarte. –Afuera había estallado una tormenta, el aullido del viento se mezclaba con otros clamores de orígenes innombrables, los rayos proyectaban sombras intermitentes sobre las paredes de la caverna, el efecto aterrador de la escena se mezcló en la mente de Henchiro con las ominosas implicaciones que percibió en las palabras de Gosho.-Cuando duermes, tu mente se convierte en un páramo solitario, este lugar es eso; siempre asediado por el terror, pero también, siempre, una senda hacia las estrellas. Si te das por vencido las pesadillas te capturan, ahora, para le eternidad, si sigues adelante encuentras la luz.-Los ojos de Henchiro eran una línea fluctuante sobre su rostro.
-¿Entonces he muerto?
-Cuándo llegué aquí, estuve a punto de caer en las tinieblas varias veces, pero logré seguir y alcancé la cumbre del monte final, allí hay 1000 puertas, una me correspondía, me asomé y vislumbré todas las cosas que eran bellas solo para mí, pero faltaba algo, no estabas tú. Aunque el hombre que cuidaba la entrada era enorme e imponente me atreví a preguntarle por ti, me dijo que si cruzaba no te volvería a ver, que olvidaría todo, ni siquiera me importaría, no tendría nombre, ni rostro, ni persona. Mientras permanecía expectante la luz que escapaba desde el otro lado había comenzado a penetrar mi piel, me llamaba, me transformaba, pero no podía seguir, quería verte, escucharte, sentir tus besos una vez más, sin decir ya nada, di la espalda y me largué. Que ironía, poco después me daría cuenta de que ya no me quedaban labios para besar, ni siquiera nervios para sentir, mi cuerpo ha cambiado por completo. Ahora creo que me he vuelto parte del Páramo, lo conozco de punta a punta, he visto todo, las tormentas de sangre y las lluvias de mariposas, las procesiones interminables hacia el monte.-Se asomó hacia la oscuridad señalando una líneas luminosa que parecía bailar entre los lejanos montes.-También he visto a muchos sucumbir y ser llevados a….-La mano con la que apuntaba trazó una línea en el aire deteniéndose en algún punto invisible del oeste.-No sé exactamente que hay allá, pero, no es nada bueno, si pones atención e intentas captar los ruidos debajo del silencio notarás el clamor que surge de aquella dirección.-Henchiro puso atención, se concentró lo más que pudo, la tormenta rugía poderosamente pero a pesar de ello notó un hilo ululante de sonido, como un tejido hecho de leves aullidos y quejidos, tragó saliva.
-No me haz respondido.-Se atrevió a increpar a pesar de la confusión y el miedo que le dominaban.
-No tengo respuesta…Creo que la muerte no existe, solo duermes.

En algún lugar en el inmenso océano, en una isla desconocida, la espuma explotando contra las murallas arrecifales parecía teñirse de sangre bajo la luz del ocaso, las palmas se doblaban fúnebremente bajo el viento estival lanzando la última sombra sobre los que lloraban, 5 pequeños cuerpos yacían en hilera sobre la arena, esta escena se había vuelto común a lo largo de los años muy a pesar de los llantos y los rezos de los sabios. Henchiro y Gosho, observaban la escena agazapados detrás de un cayuco destartalado, los ojos de ambos estaban vidriosos, las mejillas de Henchiro tenían surcos de humedad, los 5 que allí reposaban fueron sus amigos; al igual que otros antes que ellos, nunca regresaron de la noche. Henchiro soltó un pequeño sollozo.
-Psttt-le silenció Gosho-mira.- Los aldeanos formaron un semicírculo alrededor de los cuerpos y empezaron a entonar un cántico, un hombre viejo y encorvado se abrió paso colocándose al frente, llevaba un amplio sombrero de palma teñido de negro, sus ojos estaban completamente ocultos, solo era posible vislumbrar sus gruesos labios y las largas y marcadas arrugas que bajaban en paralelo hasta su mentón.
-Silencio.-Todos se callaron al instante.-Hace 100 años, un anciano cuyo nombre ha sido borrado trajo la desgracia sobre nuestro pueblo, era un hombre sabio, que conocía los nombres de todos los peces de las aves; de las rocas y de las hierbas y fue con estas que descubrió la senda de la muerte, la tomó, pero volvió, dijo a la gente que morir era dormir, que más halla solo había sueños “No hay por que temer a la noche, pues la noche ha de ser nuestra” se atrevió a decir.-El viejo gesticulaba violentamente con sus nudosas manos.- En su pecho una semilla de deseo comenzó a echar brotes de ambición, pensaba que podría apoderarse de aquel otro lugar, ser el rey en un mundo perfecto, eterno. Cada vez era más temerario, más audaz, se iba más lejos y por más tiempo, teniendo incluso la osadía de traer algo con él, se atrevió a…robar un grano de arena, dijo que sobre él establecería un imperio donde todos seríamos felices y eternos, ya no habría limites, el océano sería solo una onda de luz que surcaríamos con deseos, esa fue nuestra perdición. El sabio en su negligencia y testarudez olvidó que allá el éxtasis cohabita con el miedo, al arrancar aquella permitió que algo más entrara por un diminuto espacio que dejó abierto. Una madrugada a los pocos días, un grito desgarrador despertó a la aldea, una madre lloraba sobre la arena aferrando a su pequeña creatura, luego otro alarido surgió de una choza y otro y otro, pronto el silencio de la alborada fue reemplazado por un sollozo colectivo, doloroso y prolongado. El “sabio” presa del pánico intentó huir porque sabía que lo culparían, pero en esta isla no es fácil ocultarse, pronto los aldeanos lo descubrieron en el interior de una cueva chillando como rata, allí mismo lo destazaron como sacrificio para congraciarse con las fuerzas del otro mundo.